Vivimos en una sociedad que nos llena de creencias y
expectativas sobre lo que "se espera de nosotros". Se espera de
nosotros que tomemos las riendas de nuestras vidas, que sepamos lo que queremos
y seamos capaces de lanzarnos a conseguirlo, pero por desgracia, no se nos
forma para hacerlo. Se nos enseña a obedecer, a seguir las normas, a encajar
como piezas de un rompecabezas o puzzle en las familias, en las empresas, en el
sistema económico, en la sociedad de consumo...
Vivir "esa" vida programada por los demás nos
lleva directamente a sufrir, a no fluir ni disfrutar del momento presente, a no
tener objetivos y metas propios, a estar pendiente del reconocimiento y
aceptación de los demás, a no sacar lo mejor de nosotros mismos.
Todos y cada uno de nosotros somos fantásticos en algo
concreto, tenemos unos dones que muchas veces infravaloramos o incluso
desconocemos. Valorar y desarrollar estos dones nos permitirá coger las riendas
de nuestras vidas, centrarnos en el momento presente y vivir en estado de
flujo.
Comprender que nada exterior a nosotros provoca en
realidad sufrimiento es la clave para vivir realmente libre. Las circunstancias
nunca son realmente la causa de nuestro sufrimiento, es siempre la respuesta
que damos a las circunstancias lo que nos hace sufrir. Sufrimos cuando
intentamos escapar de nuestra experiencia presente, separándonos de la vida,
entrando en guerra con nosotros mismos y con los demás.
Centrarse en escapar, en oponer resistencia a la
experiencia presente, nos conduce al sufrimiento. Si
realmente deseamos cambiar nuestra experiencia presente, no es cuestión de
luchar contra ella, sino de transformarla, y eso únicamente lo podemos hacer desde
nuestro interior.
Despréndete de todas esas ideas ajenas a ti sobre cómo
deberías ser en este momento. Deja de sostener una falsa imagen de ti mismo.
Enamórate del momento presente. Disfruta cada instante de tu vida como si fuera
el último.
Construye la vida
que tu realmente quieres.
Y no olvides que no eres un ser defectuoso, eres
perfecto.