Conseguir decir adiós o dejar ir a quien nunca ha estado significa no
retroceder, es separar lo que nos enriquece de lo que nos desgasta, es cuidar nuestra
propia valía y dejar de arrastrarnos suplicando migajas de un amor que solo
existe en nuestra mente.
Cuando no hay reciprocidad o la balanza se inclina hacia el dolor la
relación pierde todo sentido y, por lo tanto, lo único que consigue es que agonicemos
a la espera del sello que finiquite el final que estaba entretejiendo sus
hilos.
En el momento que soltemos nos daremos cuenta de que dar el paso y soltar
significa liberarnos, crecer y crear una nueva vida. Esa nueva atmósfera
propiciará que podamos sembrar nuevas emociones en un terreno que hasta
entonces no era fértil.
Siempre es preciso saber cuándo se acaba una etapa de la vida. Si insistes
en permanecer en ella más allá del tiempo necesario, pierdes la alegría y el
sentido del resto. Cerrando círculos, o cerrando puertas, o cerrando
capítulos, como quieras llamarlo.
Lo importante es poder cerrarlos, y dejar ir momentos de la vida que se van
clausurando.
No podemos estar en el presente añorando el pasado. Ni siquiera
preguntándonos por qué. Lo que sucedió, sucedió, y hay que soltarlo, hay que
desprenderse. No podemos ser niños eternos, ni adolescentes tardíos, ni
empleados de empresas inexistentes, ni tener vínculos con quien no quiere estar
vinculado a nosotros.
¡Los hechos pasan y hay que dejarlos ir!